

Hablemos... Más letras de periodistas amigos. Encontré entre mis ropitas esta delicia futbolera de otro siglo. Del gran Ricardo Frascara y publicada en octubre de 2016 por otro colega mayúsculo, Julio Villalonga, en la hoy discontinuada Gaceta Mercantil . Con Ricardo, Julio y otros monstruos de las teclas nos juntábamos a arreglar el mundo en el Club21 de Buenos Aires (No confundir con el restó show de La Habana a metros del Hotel Nacional). El Club21 porteño ha sido por años el cenáculo (con C, alguien un día le pifió a la tecla y le mandó una S equivocatoria). Sitio de encuentro de cenadores porteños con gluten, donde la norma es irse sin pagar las sopas de letras derramadas y consumidas. Allí fuimos virando de la corbata post office a ir de elegante telefonito sport. "Pa' qué más", si de lo que se trata es de canjear crónicas y chismes (sí, chismes, nuestra razón de ser nunca debidamente desagraviada) que nunca caducan, a diferencia del yogur.
Frascara en estado puro: Los infortunios del futbol suelen dan lugar a la creatividad. La particular mirada del reconocido periodista acerca de la selección argentina

RICARDO FRASCARA*
Gaceta Mercantil
El fútbol es un juego, nada más. Nosotros, los pequeños hombres –y ahora también, y cada vez más, mujeres–, lo digerimos dramático, conmovedor, grotesco, arrollador, de acuerdo con nuestro sentimiento pasional. Pero si lo tratáramos realmente por lo que es, hasta podríamos transformarlo en un entretenimiento, una diversión. Van a ver que con el tiempo esto se puede hacer.
Ahora se me mezcla el tiempo; es lo que suele suceder cuando se cruza la barrera de los 80. Lo veo al "Pipa" Higuaín robando una pelota y corriendo completamente solo hacia el arco de Neuer, el alemán. Empiezo a ponerme en puntas de pie para dar el salto de festejo por el golazo. Cuando el 9 está cerca del arquero, ya al guardavalla (si habrá un término anticuado) no lo reconozco, me parece el chileno Bravo. No, es el paraguayo Villar. ¿Es una duda existencial o estoy reblandecido? Es un "déjà vu", me digo, como aprendí por el cine francés. ¡Ah! París, como recordaba mi viejo; ¡qué minas!, como decíamos a los 13 años, con los primeros pantalones largos. Danielle Darrieux, Jean Moreau… De pronto pestañeo: Higuaín seguía corriendo solo hacia el arco, pero ya era Agüero, y yo pensaba, ¡pero por qué carajo no patea!
Como acababa de distraerme con el perfume francés, lo veo sentado a mi lado al gran jefe Camus, Albert, un capo de la pelotita. Era zurdo para patear, creo, pero atajaba y escribía con las dos manos y, sobre todo, con la cabeza. Luego, al costado del autor de "El extranjero", estaba un gordito medio pelado, que con su francés aporteñado me dice: "Ricardó, aujourd’hui matamos!!!" Y me señalaba con su dedo, mocho de escribir huevadas divertidísimas, al "Kun" a punto de hacer el gol; sólo falta que patée, me gritó Osvaldo (Soriano, como aquel peruano refamoso arquero de Ríver de los años ’40). Patea y es gol, me dicen a dúo dos de los mejores escritores futboleros que he leído.
Y yo pienso ¿me lo dicen con la creatividad de los que iluminan páginas en blanco? ¿O se trata de sus almas de potrero? Yo me reí por ese grito doble, pero lo estaba viendo, en cuanto Higuaín-Agüero pateara, ni Neuer ni Bravo ni Villar podrían detenerla. La pelotita entraría como un rayo. "¡Pateá!", grité con todas mis ganas, empujando la pelota con mi vista. Mientras, el Pipa-Kun seguía corriendo.
Yo hice una vez un gol así. Yo era maleta, pero la pelota era mía. Jugábamos con el equipo del barrio en una canchita por Retiro. ¡Bah! Jugaban los otros, yo corría de un lado para otro y no la pescaba, apenas sentía el olor del cuero cuando la redonda pasaba cerca de mis ansias. De pronto, como le pasó a Higuaín y, ahora estoy seguro, a Agüero también, la tenía en mis pies…Estaba asombrosamente solo y corrí, corrí arrastrándola con toda mi ignorancia, llegué frente al arquero, amagué para un lado y se la metí hasta la manija por el otro palo.
”¡Qué lo parió Ricardo!”, me gritó el capo del equipo, al que llamábamos Lángara (ojo al piojo, gran goleador vasco del Ciclón de los ’40), porque siempre hacía goles, hasta con el culo lo vi anotar una vez. Bueno, la de Agüero en Córdoba era más fácil que aquella corrida mía de la niñez. Higuaín corríó, Agüero corría… Camus y Soriano empezaban a hacer el ademán de taparse los ojos, yo no, yo estaba tan absorto en mis pensamientos que me perdí el detalle de cómo hicieron estos muchachos, reestrellas de Europa, para no meterla.
Neuer estaba arrodillado agradeciéndole a las margaritas del campo; Bravo quedó tirado en el césped, había alcanzado a ver la pelota cruzándolo por arriba rumbo a la eternidad, hacia el espacio infinito, como un satélite al pedo, que no transmite nada, ni hace sombra en el suelo; Villar agradecía a la madre del "Kun" haberlo traído al mundo y encontrarse con él en el estadio Mario Kempes –nada menos. Pero después de un "ooooooh" que sonó horrible, todas las gargantas enmudecieron… el grito quedó pendiente, danzando en el aire como el último acorde de un bandoneón.
En la final del Mundial pasado, cuando Higuaín se equivocó de profesión, yo quedé paralizado. Pero en el partido frente a Chile, ahí mismo, mientras lo atendían a Medel, que casi se suicida contra el palo, con el irónico riesgo de corregir el derrotero de la pelota y meterla en su arco, y anoche, mientras corría el "Kun", que nada menos acababa de errar un penal, yo fui a la cocina, metí en el hornito eléctrico un par de empanadas, cacé del cogote una botella de Malbec y me senté tranquilamente a mirar el televisor sin ver nada. Y no vi nada más, lo juro.
A mi edad hay cosas que no se pueden soportar. Después de la primera empanada y de la primera copa, fui a la biblioteca y busqué el libro del gordo Soriano donde cuenta el penal más largo de la historia. Acaricié el libro, deslicé el dedo sobre las palabras de Osvaldo (¡qué pedazo de tipoi! ¡Qué escritor de acá a la vuelta!, tan nuestro) y … y me dije: mañana, si todavía me acuerdo de esto, voy a escribir “El gol que no fue tres veces”.
* Periodista emérito






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