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1 – ¿Cuál es la doctrina de Hezbolá sobre el Estado de Israel?
Hezbolá se creó en 1982 como anexo civil de una organización militar, la Resistencia Islámica del Líbano. Esta última nació a su vez como reacción a la segunda gran invasión israelí del Líbano. La Resistencia Islámica en Líbano se creó con un único objetivo claramente defensivo: liberar Líbano de la presencia militar israelí. La ocupación duró 22 años, con detenciones, bloqueos, deportación de pueblos enteros y torturas, sobre todo en el campo de concentración de Khyam, dirigido por los israelíes con la ayuda de una milicia local que empleaban entonces, el Ejército del Sur del Líbano.
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En 22 años, Israel redujo el número de habitantes de la zona ocupada de 200.000 a 60.000 (es decir, el 25% de la población inicial, incluyendo el déficit de nacimientos). En 2000, año de la liberación de Líbano, la misión de la Resistencia Islámica pasó a ser proteger y defender el territorio libanés de la agresión israelí, en el sentido más amplio del término. La intervención de la Resistencia Islámica en Líbano en el conflicto sirio a partir de 2013 fue justificada por la organización como una necesidad, con el objetivo de impedir la caída del régimen sirio en favor de un gobierno proisraelí.
También hay que señalar que la noción de Palestina, en el discurso de Hezbolá, sigue estando mal definida en su geografía. Hay pasajes maximalistas (Palestina Mandatoria), así como otros que reconocen de facto la existencia de Israel. En cualquier caso, siempre ha estado claro y asumido por la dirección de Hezbolá que la tarea de «liberar» Palestina no le corresponde, que es una misión exclusiva de los palestinos.
2 – ¿Con qué fuerzas cuenta actualmente Hezbolá?
Es imposible responder a esta pregunta sin especular, ya que no es posible verificarla. En realidad, la pertinencia de esta información es relativa, ya que el número de combatientes no es determinante en la relación de fuerzas. Durante la ofensiva contra Líbano en el verano de 2006, el ejército israelí lanzó una gran invasión terrestre en los últimos días del conflicto, enviando a 40.000 soldados a luchar sobre un área equivalente al 5% del territorio libanés –equivalente a su vez, en su totalidad, a un tercio de Bélgica…–. Fueron recibidos por 5.000 combatientes de la Resistencia Islámica del Líbano. Al final, sin embargo, la victoria no fue israelí.
La victoria de 2006 tuvo múltiples causas. Por parte israelí, hubo incompetencia de hecho tanto por parte del gobierno como de los servicios de inteligencia. La Comisión Winograd, encargada al final de la guerra de investigar las razones de la debacle, señaló la mala mano de obra del Mossad, así como la falta de preparación multidimensional de la clase política (el Primer Ministro y el Ministro de Defensa estaban especialmente implicados). Algunas personas en Israel ya eran conscientes de ello, como el Jefe del Estado Mayor, Dan Haloutz, quien, apenas unas horas antes de que se lanzara la ofensiva, cometió un delito de información privilegiada al vender todas sus acciones en la bolsa de Tel Aviv, que predijo que caería de forma inminente. Esto le costó el puesto cuando la prensa se enteró en otoño de 2006.
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En el lado libanés, por el contrario, la Resistencia Islámica del Líbano mostró un inesperado aumento de fuerza en 2006. Desde la liberación del sur de Líbano en 2000, el armamento de la Resistencia Islámica en Líbano ha mejorado, y los israelíes han descubierto que dispone de cohetes con un alcance mayor de lo esperado. Siguió la tecnología, pues Hezbolá consiguió «descifrar» los códigos de acceso a las imágenes enviadas por ciertos satélites al ejército israelí. El ejército israelí lanzó la ofensiva con dos objetivos innegociables: la devolución de dos soldados secuestrados por la Resistencia Islámica en Líbano y la destrucción total y permanente de Hezbolá. Ehud Olmert, Primer Ministro israelí, prometió también «hacer retroceder al Líbano 50 años». Se hicieron promesas a Estados Unidos y Europa de que el «problema de Hezbolá» se «resolvería en una semana».
33 días y 33 noches de bombardeos ininterrumpidos después, el ejército israelí no consiguió nada. En lugar de disminuir, como había prometido Tel Aviv, los ataques con cohetes de la Resistencia Islámica en Líbano se duplicaron y triplicaron a partir de la segunda semana y fueron in crescendo hasta el último día. Negándose a aplicar la Resolución 1701 antes de lograr siquiera una victoria simbólica sobre el terreno, el ejército israelí intentó una invasión a gran escala en los últimos días. 40.000 hombres sobre el terreno se enfrentaron a 5.000 combatientes de la Resistencia Islámica en Líbano. Una nueva sorpresa para los israelíes: los combatientes libaneses habían construido una red de túneles bien pensada y totalmente equipada. La primera fila de Merkavas (vehículos blindados israelíes) que entraba en territorio libanés invirtió su trayectoria quince minutos después: el primer tanque de la serie, de una categoría supuestamente indestructible, explotó en directo en todas las televisiones, alcanzado de frente por un cohete de la Resistencia Islámica en Líbano. Unos segundos después, el segundo tanque siguió la misma suerte, y así sucesivamente. Menos de tres días después, Israel izó la bandera blanca.
La carrera del Primer Ministro Ehud Olmert llegó rápidamente a su fin, ante la ruidosa ira de la sociedad israelí, reflejada en un 2% de opiniones favorables en 2007. En la tormenta que arrastró a más de un dirigente político y militar entre 2006 y 2007, el ministro de Defensa, Amir Peretz, que también era jefe del partido laborista, perdió ambos cargos en el mismo suspiro.
3 – ¿Son los disparos de Hezbolá de los últimos cuatro días y la respuesta israelí el comienzo de un nuevo conflicto (entre Líbano e Israel)?
Nunca se puede estar completamente seguro de las intenciones de los implicados, pero la respuesta es a priori no. Los efectos de 2006 son persistentes, a ambos lados de la frontera. A Hezbolá no le interesa, en aras de la estabilidad interna, provocar una escalada que incendie Líbano. Israel sabe que aventurarse en el atolladero libanés podría ser costoso tanto en vidas como en consecuencias políticas, en una situación en la que la Resistencia Islámica en Líbano es aún más fuerte, más competente y está mejor equipada que en 2006.
En febrero de 2022, la Resistencia Islámica en Líbano hizo sobrevolar un dron sobre territorio israelí durante varias horas antes de devolverlo a Líbano, sin que lo detectara el radar israelí. La batería de protección «Cúpula de Hierro» de Israel está completamente inoperativa, y el equipo gubernamental no puede permitirse dos frentes simultáneos que requerirían una implicación a gran escala.
4 – ¿Hezbolá es hoy más o menos poderoso que en 2006?
Hoy tiene más hombres que en 2006, y están mejor equipados y mejor entrenados. La guerra en Siria ha desempeñado un papel importante en el aumento de las competencias de sus combatientes y oficiales.
Además, no hay fuentes fiables sobre el número de bajas en Siria. En 2013, cuando la Resistencia Islámica en Líbano unió sus fuerzas al ejército de Bashar al Assad, circularon muchas cifras, con órdenes de magnitud tan diferentes que era imposible elegir una seria. De manera reveladora, Laurent Fabius, entonces ministro de Asuntos Exteriores francés, anunció entonces una cifra de muertos en las filas de la Resistencia Islámica en Líbano que correspondía a… tres veces el número de combatientes enviados al campo de batalla. Sea como fuere, el número de muertos en el campo de batalla no es indicativo del resultado del conflicto. Se pueden perder pocos hombres y aun así perder la guerra (Israel sólo perdió 120 hombres en 2006, frente a los 1.200 muertos del lado libanés), y se puede sufrir una carnicería y aun así salir victorioso (Vietnam contra Estados Unidos).
La reacción de la población libanesa a la presencia de la Resistencia Islámica en el Líbano en Siria pasó por varias fases. La Alianza 14 de Marzo –que agrupa a varios partidos y movimientos que participaron en la Revolución de los Cedros tras el asesinato de Rafiq Hariri el 14 de febrero de 2005– denunció inicialmente esta implicación, antes de reducir significativamente el volumen de sus críticas a partir de 2014. En agosto de ese año, Daesh y Jabhat al-Nusra llevaron a cabo un ataque conjunto contra una comuna libanesa en la frontera siria, secuestrando a una veintena de miembros del ejército y la policía libaneses. Posteriormente, la eficacia de la «limpieza» de la frontera llevada a cabo por la Resistencia Islámica en Líbano en territorio sirio con el objetivo de refugiar las zonas libanesas que habían sido bombardeadas regularmente por los grupos yihadistas desde el otoño de 2012, así como la vuelta a la calma y a la seguridad en las regiones chiíes tras varios meses de atentados perpetrados por yihadistas radicados en Siria, reunieron a una mayoría de libaneses en torno a la idea de que, por fin, la acción de la Resistencia Islámica del Líbano en Siria tenía efectos positivos. Los cristianos de las regiones del interior (en la Bekaa septentrional, por ejemplo) incluso se habían puesto en contacto con Hezbolá para que les ayudara a formar pequeñas milicias locales que defendieran sus pueblos en caso de ataque yihadista. En los últimos años, la oposición a la intervención de la Resistencia Islámica de Líbano en Siria se ha convertido en un elemento cada vez menos discursivo, incluso entre sus opositores más acérrimos. Los argumentos contra Hezbolá se centran actualmente en cuestiones más libanesas.
5 – ¿Podría Hezbolá escalar la situación sin el acuerdo de Irán?
No, pero es difícil ver por qué la Resistencia Islámica del Líbano tomaría esa decisión. En sus 40 años de existencia, sus dirigentes han demostrado un gran sentido de la estrategia y la racionalidad. Una percepción común de Occidente sobre Hezbolá es que fue creada por Teherán en 1982, no tiene agenda propia y está a disposición incondicional de Irán. En realidad, la relación entre Hezbolá e Irán es compleja y ha evolucionado con el tiempo.
La Resistencia Islámica en Líbano y su anexo civil, Hezbolá, son creaciones 100% libanesas. En junio de 1982, los clérigos chiíes de la Bekaa septentrional decidieron crear una estructura para defender su territorio contra una invasión israelí que avanzaba rápidamente y desestabilizaba profundamente. Pidieron ayuda al régimen iraní para entrenar y armar una nueva estructura paramilitar, pero el ayatolá Jomeini se negó. La idea de «exportar la Revolución» ya estaba anticuada en Teherán (se abandonó oficialmente en 1980) y Jomeini no quería verse «distraído» de sus esfuerzos contra lo que consideraba la verdadera amenaza: el Irak de Sadam Husein, con el que llevaba dos años en guerra, en condiciones difíciles para los iraníes.
Una intervención del embajador iraní en Siria, Ali-Akbar Mohtashemi-Pour, amigo personal de uno de los clérigos libaneses, convenció finalmente a Jomeini para que permitiera el envío a Líbano de un puñado de Pasdaran, únicamente con fines de «entrenamiento». El hecho es que estos Pasdaran nunca participaron en los combates contra las fuerzas israelíes, y la mayoría de ellos regresaron gradualmente a Irán.
A principios de la década de 1990, Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbolá, anunció oficialmente que se ponía del lado del ayatolá Ali Jamenei, sucesor de Jomeini, debido a su posición como «líder religioso». Con ello, Nasrallah hace gala de una práctica compartida por todos los creyentes chiíes del mundo, que deben elegir un «guía» espiritual entre un reducido número de «grandes clérigos». La inmensa mayoría de Hezbolá sigue el ejemplo de Nasralá, adhiriéndose de paso al principio del «Gobierno del Jurisconsulto» (Wilayat al-Faqih): este vínculo, de autoridad religiosa y política sobre el papel, es en la práctica bastante flexible. Hezbolá dispone de un gran margen de maniobra, sobre todo desde el año 2000. Hezbolá se remite al Guía en dos tipos de situaciones: (1) una necesidad de arbitraje, cuando la democracia interna dentro del comité de toma de decisiones del partido se estanca en una votación del 50%-50%, y (2) una decisión que podría afectar a los intereses regionales de Irán. Por lo demás, Hezbolá decide por su cuenta y obra como le parece, sobre todo cuando se trata de política interna libanesa.
6 – Más allá de sus bases en el sur del Líbano, la Bekaa y el sur de Beirut, ¿de qué apoyo goza Hezbolá dentro de la sociedad libanesa?
Hezbolá es el principal partido político del país en más de un sentido. La inmensa mayoría de la comunidad chiíta lo apoya, al igual que una buena mitad de los cristianos (de todas las confesiones). En el lado suní, es más relativo, dependiendo del tema. Cuando se trata de apoyar a los palestinos, casi toda la comunidad suní está en la misma onda que Hezbolá.
7 – ¿Cuáles son las relaciones de Hezbolá con Amal, el otro gran partido chií?
«Yo contra mi hermano, mi hermano y yo contra mi primo» se dice en árabe. Amal y Hezbolá son sólidos aliados cuando se trata de otros partidos sectarios. Pero cuando lo que está en juego deja de ser nacional y pasa a ser interno de la comunidad chií, pueden surgir diferencias de posicionamiento. En cuanto a la situación regional, israelí-palestina en particular, Amal y Hezbolá, como la mayoría de los partidos libaneses, están en la misma línea.
8 – En caso de bombardeos masivos de las posiciones de Hezbolá, o incluso de una nueva invasión, ¿cómo podrían reaccionar las Fuerzas Libanesas?
A priori, este partido cristiano de extrema derecha no hará nada. Es cierto que su líder, Samir Geagea, aboga por una nueva guerra civil. Pero también es consciente de que pasar de la ilusión a la acción podría costarle caro. No tiene suficientes hombres y ellos no disponen de medios militares a la altura de sus ambiciones. Los cristianos del Movimiento Patriótico Libre, el gran rival, podrían implicarse y aprovechar la inestabilidad para saldar viejas cuentas intracristianas, algunas de ellas aún candentes, con las Fuerzas Libanesas. Lo mismo ocurre con los drusos, que tienen sus propias fracturas. La situación podría degenerar.
Por su parte, Francia no apoyará una iniciativa belicosa de Geagea, y el propio Mohammed ben Salman, aliado saudí de Geagea, tiene dificultades para defender sus opciones regionales en el contexto actual. Por último, el precedente de 2008 aún está fresco en la memoria de algunos: cuando los halcones de la Alianza 14 de Marzo decidieron en el Consejo de Ministros utilizar la fuerza contra Hezbolá, un puñado de reservistas chiíes tardó sólo unos días en retener Beirut.
9 – ¿Cuáles son las relaciones entre Hezbolá y el ejército libanés?
Son complejas. Existe a la vez competencia y reparto de papeles. El ejército libanés, como suele ocurrir en los sistemas políticos consociativos, está insuficientemente armado y entrenado. También está atravesado por las mismas fracturas que estructuran las rivalidades interpartidistas e interconfesionales del Líbano.
En caso de una escalada con Israel, probablemente reaccionará como lo hizo en 2006 llevando a cabo algunas pequeñas acciones de resistencia, aquí y allá, muy de vez en cuando, pero nada significativo. En general, se mantendrá al margen, y cualquier implicación real por su parte carecería de sentido estratégico.
10 – ¿Qué efecto tendrá la guerra de Sucot en la crisis política del Líbano?
Todavía es demasiado pronto para decirlo. La crisis política libanesa tiene causas muy complejas, algunas de las cuales existen desde hace décadas y siguen desconectadas del contexto regional. Por otro lado, la mayoría de la población libanesa actual, aunque no está necesariamente loca por Hamás, es crítica con Israel. Tanto si Hamás sale victorioso como derrotado de la crisis, como mínimo se impondrá un resultado: un recordatorio de la realidad de la brutalidad del ejército israelí, ya sea anterior a la operación o provocada por ella. En este contexto, la existencia de posiciones occidentales proisraelíes no jugará a favor del bando contrario a Hezbolá.