Por qué me gustó: Hace tiempo que buscaba unas palabras adecuadas para mis viejos amigos de los '70 y cualquier ilustre desconocido en las dos márgenes del río. Cómo mirar y digerir lo de Venezuela, Gaza, Ucrania, el Norte rico, el Sur siempre "emergente", los BRICS desafiantes, el África oscura y en los 200 países de un planeta extraviado. Rodolfo Schmal, amigo chileno y amante de cocinar buenas letras me acercó esta claridad.
El título de esta columna se lo debo a un gran amigo que conocí a poco de llegar a Chile, en 1962 poco después del campeonato mundial de futbol.
Lo que está ocurriendo en Venezuela es una nueva oportunidad para reflexionar en torno a lo que es, o debe ser un gobierno de izquierda. El chavismo surge a fines del siglo pasado fruto de la corrupción a la que se llegó bajo el gobierno socialdemócrata de Carlos Andrés Pérez de entonces. Nace con arraigo popular, con un pueblo dispuesto a defenderlo con todo en el 2001 ante un golpe de la derecha venezolana con apoyo de EEUU. El chavismo aparece para implementar un proyecto bolivariano, democrático y ético, por lo mismo, de izquierda.
Del entusiasmo de entonces, en poco más de dos décadas, no queda nada. Todo lo que prometía el chavismo se lo llevó el viento. La muerte de Chávez no hizo sino acelerar un proceso de descomposición marcado por la tragedia actual marcada por la burocratización, la corrupción, el narcotráfico y el caudillismo.
Todo esto, al amparo de la renta petrolera que hizo su trabajo demoledor para echar por tierra un nuevo proyecto, el bolivariano, que en su momento abrazó la izquierda. Un proyecto que en su origen alentó esperanzas, y que hoy vemos agonizar. Su implementación hoy avergüenza a gran parte de la izquierda. Desgraciadamente no es el primero ni será el último en malograrse en tanto la izquierda no encuentre su cauce.
Y no es para menos. La izquierda debe ser democrática y ética. Las derrotas de la izquierda no son derrotas de su deber ser: democrática y ética. Democracia se opone al autoritarismo, al militarismo, al caudillismo, a la concentración del poder.
La ética se opone a la lógica del todo vale en toda circunstancia o dependiendo de las circunstancias. La izquierda es ética, o no es izquierda, así de simple. La ética en la izquierda es crucial, en su ideario y en el comportamiento de sus adherentes. Una ética que implica comprometernos con la verdad, la honestidad, la solidaridad.
Esto significa no mentir, ser honestos, ser solidarios con quienes sufren, con los desvalidos, con los postergados, no dejarse corromper. Una ética donde la acción política está destinada a servir, no a servirse ni usufructuar de ella. Una ética incompatible con la corrupción y el oportunismo, que no concibe al Estado como un botín a capturar. Una ética que no se ampara en bloqueos, boicots o agresiones para justificar lo injustificable.
La izquierda debe ser leal con la democracia, sin dobleces ni fisuras; debe ser leal con una ética capaz de distinguir lo correcto de lo incorrecto, lo justo de lo injusto, el buen trato del mal trato a los demás. Visto lo expuesto, todo proyecto que se precie de izquierda debe ser democrático y ético, cualesquiera sean las circunstancias. De lo contrario no es izquierda.
No es de izquierda hacer la vista gorda al clientelismo, el autoritarismo, la identificación del Estado con uno o más partidos políticos; sí lo es respetar y promover la autonomía y participación de las organizaciones populares, sean éstas, juntas vecinales, centros de madres, sindicatos u otras.
Bajo estos parámetros, se desprende que el gobierno de Venezuela bajo la conducción de Maduro, se cae de maduro que no es democrático no ético. Por lo mismo, no es de izquierda.
* El autor es ex académico de la Facultad de Ciencias Empresariales, Escuela de Ingeniería en Informática Empresarial, e Instituto de Investigación y Desarrollo Educacional de la Universidad de Talca,
** Publicado en https://rodolfoschmal.blogspot.com/
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