¿Por qué se iría así nomás?

MIS HISTORIAS27 de julio de 2024Daniel Bosque*Daniel Bosque*
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Boleta Electoral. Nicolás, el más presente

"Last dance" dice la tapa de Time con la cara de Nicolás Maduro, aunque después de un cuarto de siglo de magia negra pocos se animan a vivar el fin de esta era.  El dato: Sólo podrán votar 69.000 de los   5.000.000 venezolanos emigrados en condiciones de hacerlo. ¿La trampa está servida?

Hay ríos de tinta, montañas. Este experimento, el más costoso del socialismo del siglo XXI en América Latina, no en una isla sino la plataforma sobre uno de los más grandes océanos de oil&gas del planeta. 

Venezuela viene dividiendo al mundo. Pero su devenir es la más prístina de las contiendas entre derechas e izquierdas desde Lenin hasta aquí. Mucho más que las cerrazones de Managua y La Habana, porque cada rincón de las Américas ha terminado teñida por la diáspora de arepas y joropos. Al punto que unas cuantas comarcas, regiones, ciudades, más o menos fronterizas, están detonadas por la debacle del éxodo que comenzó cuando vivía Hugo Chávez.

Algo importante se ha roto desde el aparato digestivo de los ciudadanos. Un buen porcentaje de los que hoy rechazan las banderas rojas son hijos del chavismo y hay multitudes que no vieron su ascenso fulgurante ni el fracaso del putsch militar que lo volteó fugazmente en 2002.

Hace una década larga la premisa es sobrevivir en Caracas, Maracaibo, Zulia o donde sea. En 2017, cuando las brigadas y los paras fundieron las protestas a balazos, parecía el fin. Pero el régimen sobrevivió y se recompuso después de la pandemia, con el parate de la hiperinflación y el retorno de cosas esenciales en las góndolas

¿Qué explicaría entonces esta desinfle del poder y un eventual exilio dorado de la troika top bolivariana? Hay decenas de micro razones internas y externas, además de la ley física del estrés que conlleva resistir la presión de todo lo que no funciona. El último intento de destronar a Maduro, su socio Diosdado Cabello, la dura Delcy Rodríguez y el soporte clave de 2.000 generales (sic) de las fuerzas armada fue la rocambolesca presidencia alterna de Juan Guaidó y sus socios de ruta, Leopoldo López y otros que hoy están fuera de carrera.

La masiva Corina Machado una vez más fue borrada, como muchos otros, de la oferta electoral. Pero aún sin ese carisma y en elecciones trampeadas, Edmundo González podría vencer. Sería el enémismo ejemplo de la implosión de un modelo. Este caribeño devoró y purgó varias veces a sus delfines del poder y a las  cuentas suculentas de PDVSA. Aunque la renta petrolera  revivió y venció el cerco occidental del primer Donald Trump, a través de acuerdos y embarques con las grandes petroleras de Europa y Estados Unidos.

Pero hay otras cara de la crisis: Venezuela fue una líder de las “economías Western Union”, el inmenso negocio de remesar gentes para que éstas te remesen dólares.  Por dos décadas largas floreció este balón de oxígeno, pero al igual que en otros países como Ecuador y Bolivia, se desinfló al compás de la pandemia que hizo crujir a los emigrados. 



Seguir esta elección es un ejercicio apasionante para quienes todavía consumen medios y noticias. Y para los que procuran enterarse de sus pasiones dando un solo un click.

Si el chavismo logra retener las instituciones, por votos o con represión, pocas cosas cambiarán con respecto a lo visto y vivido. Y si se abriera la larga transición a una oposición triunfante, hasta el lejano enero, puede pasar de todo. A priori, el aparato de control policial y social luciría cansado. Enfrente, obviamente, hay tantos deseos de comida, salud, energía y libertad como ojos de halcón de los que nunca faltan para hacer negocios con el cambio de caras.

Algo ya no está: A pesar del partner Gustavo Petro en Colombia que oxigenó a Maduro, el Grupo de Puebla de la izquierda latinoamericana ya no aparece cerril sosteniendo la validez de una generación sacrificada en aras de que "el pueblo unido jamás será vencido". Sobre todo después del presente griego del tsunami de exiliados, exhaustos ciudadanos en fuga pero también de la delincuencia del Tren de Aragua. 

Son tiempos de tensiones y de augurios de concordancias y venganzas.  También h ay un ciclo biológico en que el palacio recalcula. Como en el África post colonial que tuvo una docena de líderes acogidos con sus cofres por el mundo rico. Maduro, por ejemplo, es mucho más heavy que Rafael Correa, que amordazó fiero a la prensa, pero que no fue tan lejos en la persecución y la tortura.

Si cayera este status quo, a Venezuela le quedará mucho por andar. Simón Bolívar, ícono de la utopía que terminó con las componendas de Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez, decía que “la libertad no sirve sino está completa sino tiene educación, justicia social y moral”. Con sus asignaturas de igualdad y felicidad pendientes, como Fidel y Ortega, este caballo cansado quiere seguir con el paraguas de los países BRICS, el oro repatriado en 2012 quien sabe donde, pero tambén el fantasma de la implosión de una mayoría agotada de palabras y penurias.

* Periodista

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