¿Habrá fútbol después de la muerte?

QATAR: MEDITACIONES NADA TRASCENDENTALES TRAS EL PASO A LA FINAL

MIS HISTORIAS 14 de diciembre de 2022 Daniel Bosque Daniel Bosque
GOL ARGENTINO
Gol de Julián. El primero, antes de otra joya.

El barbudo, que a esta altura parece medio muerto, tira un pique largo, finta,  firulete y centro. El pollo que entra por el medio abre el pie y explota la Argentina por tercera vez. Por mi culpa, por mi grandísima culpa: acabo de arrojar a la salamandra años de mirar de reojo al que llaman el más grande y vendió más camisetas que el Che, otro rosarino.

Le explico a Billy, de California y conociendo Buenos Aires, mi teoría nada original: que esta vez rodearon al genio como le pedía el páncreas. Y de esa sinfonía, como pasó en el Barza multicampeón, ha salido esta ópera.

Mirá que no es fácil ganarle a Croacia, un nudo gordiano de buen pie, piernas de mármol y cabezas rústicas. Mi amigo Branko dice tener miles de teorías balcánicas que no vienen al caso, pero en las ex repúblicas de la ex Yugoslavia basta con entrar a las iglesias, católicas, ortodoxas o musulmanas para apreciar aquella mística de darse hostias con romanos, otomanos, soviéticos, alemanes y sigue la lista. 

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Pero esto es futbol y nos fuimos en solemnidades. Todo para disimular esta terrible felicidad. “No hay grieta” me dicen en un par de chats donde venían palo y palo con el vodevil nacional de CFK sí o no. Por lo menos hasta el lunes, o el miércoles si salimos campeones. “Me chupa un huevo el dólar” escribo en las redes, en el minuto 96 de la semi del martes 13. Y a mí Cristina, Macri, la inflación, los chorros, me devuelve el prójimo. 

La cabeza propia y la calle ajena son ágoras griegas. Me doy cuenta de que estoy contento, pero le digo a mis seres queridos que no teman, que esto es por razones estrictamente futboleras. Estos tipos de la selección me gustan, no como machos, porque mi única salida del closet fue cuando me hice periodista. Pero me cae bien su erótica bien sudamericana del juego. Un grupo devoto de un gran líder, como nos gusta a los argentinos. Vade retro Van Gaal que los prefiere robotitos, y ahora nos mira por TV.

Afuera de la cancha, amigos extranjeros me chatean - ya nadie habla por el teléfono y eso que es gratis, tal vez creerán que molestan – para decirme que les encantó la orquesta de Messi y compañía, y que me desean suerte para el domingo. Gracias, gracias, gracias… En realidad, no sé si creerles. Los argentinos, en lapsus reveladores, solemos apreciar que somos insoportables. Tan gritones y violadores del espacio ajeno, fanfarrones, picarones, cultores de lo tuyo es mío y lo mío también. Además de pasear y posar con nuestros cálices comunitarios de coca y fernet. Cumbia, bombo y quilombo.

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Los japoneses, que aman limpiar la tribuna a los postres, nos sacan fotos y copian los cánticos.  No son los únicos. Clara, valenciana enamorada de Buenos Aires y su noche regalada en euros dice que “el futuro está aquí, os amo”. Ay guapa, que con unos años menos te pedía el teléfono. 

¡Aguante Argentina! Nos queda el final sprint todavía. Ojalá pase Marruecos, ya los franchutes la tuvieron, dice la mayoría aquí. Todo el país hierve, la calle es durante horas puro griterío y bocinas. Hasta ahora hubo un pacto social invisible de no salir a romper o a robarse todo como otras veces. Ojalá sigamos así, caiga quien caiga el domingo.

Entro a mi casa con la boca seca y los pies hinchados de tanto caminar. La tele tira por enésima vez los goles de Julián Diego Armando Álvarez. Un par de amigos me dicen que no es argentino, que es "gayina". Les bromeo con que no sean pequeños, son lindas las chicanas del fóbal.

Apago la luz para cerrar el día. A veces, como ésta, aparece la angustia de la finitud. En el primer silencio en horas, me pregunto si habrá otra vida después de la vida. Si allí habrá futbol, o algo parecido. Y si en ese universo, post mortem y desconocido,  habrá argentinos, creo que ahora sí me fui al carajo. 
Qué batallas las de estos días. Hasta mañana si Dios quiere.

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