Memorias de Jesús Quintero: el backstage de su excursión a la cárcel argentina

"EL PERRO VERDE ARGENTINO", EN EL 1989 DE LA HIPERINFLACIÓN

MIS HISTORIAS 03 de octubre de 2022
JESUS QUINTERO
Quintero. Recuerdos de las dos orillas


DANIEL BOSQUE*

Todo todo en ese entonces nos llegaba lento. Y a veces deformado o mutilado cómo la famosa película "Asignatura Pendiente", a la cual la  censura de la dictadura le voló el personaje de Héctor Alterio, el padre de José Sacristán, preso por su militancia antifranquista.

Desde el primer minuto en que se apagó la luz en las pantallas de la TV argentina, El Perro Verde se transformó en objeto de culto. No fue el primero en crear los silencios embriagadores, acá lo hacía entre sonoras carcajadas "El Peruano Parlanchín" Hugo Guerrero Marthinetiz.  Pero Jesús Quintero era europeo, guapo y transgresor, tanto como para que lo envidiaran los de su sexo y  se ratonearan las de enfrente. (hace 30 y picos se hablaba poco y nada de otros colectivos y la sigla LGBTQ no era nada sonoro ni insonoro).

Una vez por semana en el cable criollo en plena expansión se abría un claroscuro despojado desde el cual el andaluz frotaba la lámpara. "Esto es lo último que haré en comunicación porque estoy cansado" me dijo en una entrevista en un hotel porteño para la revista Tiempo de Madrid. Su director, Pepe Oneto, quería mostrar en qué andaba el carismático gaditano al que en los bodegones de Buenos Aires no querían cobrarle, en los tiempos duros de la hiperinflación y del pase de Alfonsín a Menem.

recorte quintero bosque
Facsímil: Confesiones de Quintero a este cronista, hace 33 julios.

Hubo cierta sintonía entre el ídolo y el joven corresponsal idolatrador y nos tomamos los teléfonos. "Te llamo el martes a ver si me das una mano". Entel mediante nos pusimos de acuerdo para ir al penal de Sierra Chica dónde por primera  vez se abriría sésamo para ponerle el fierrito al Angel de la Muerte, el asesino summun de la Argentina.

El día  anterior a la misión a 350 km de la capital, me ocurrió una sorpresa:"¿Tú no tendrás un vehículo? porque la televisión argentina nos debe bastante y nos dejó sin movilidad" me dijo Jesús. Mi coche no ofrecía garantías para salir de viaje pero apareció el Dodge 1500 del padre de mi amigo Daniel, un bólido joya nunca taxi, que había pertenecido en primera mano a Ernesto Sábato. Fuimos en el sedan Sergio Ciancaglini, de Página 12, con quien El Loco de la Colina hizo muy buenas migas, el cameraman, Quintero y yo. "La Argentina parece eterno domingo", dijo alguien. Como en un cuento de Osvaldo Soriano, la carretera bonaerense, en plena hiper, estaba gélida y vacía.  

El presidio decimonónico Sierra Chica es un lindo lugar para irse desde el mismísimo instante de llegar. Pero el estruendo de sus pesadas rejas al abrirse y cerrarse fueron una delicia para la imagen y el sonido del programa. Al contrario de lo que dicen las crónicas argentinas de despedida a Quintero, Robledo Puch resultó un fiasco como entrevistado. Místico, anodino y mezquino, el rubio no tenía imán y la entrevista no tuvo alma.  Quedaba un tiempito más y un guardiacárcel panzón con afición a las luces del espectáculo nos recomendó hablar con El Loco del Martillo,  encerrado por haber matado con mazazos certeros y sin mediar razones  a tres mujeres que tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino.

Fin de la jornada. Con nuestra cosecha de horrores grabada en Betacam para editar, entrando la noche de julio de1989 pegamos la vuelta a la capital. En un arrabal de Olavarría,  antes de un paso nivel se nos cruzaron desde la nada tres perritos sin dar tiempo a frenar. "Así es la vida -dijo Quintero- nos llenamos de pena por estos animalitos y estuvimos actuando de duros en la cárcel". Lo decía quien estaba haciendo con su saga "Entre rejas"  otro universo de sus entrevistas.

Después de aquella excursión memorable nos vimos un par de veces en Buenos Aires, una en Madrid y otra en Sevilla, dónde arriba de su Café Placentines, Jesús había montado una radio, con el concurso de otro argentino conocido, el DJ Alejandro Pont Lezica. Jesús no daba el perfil de estrella exultante. Más bien transmitía en el vis a vis  los abismos de la vida, cual si fuera un oráculo sumido entre vahos y humos.

Como fuera, su sello marcó una nueva época del decir, en radio y TV. Antes de la llegada de la internet y nuestros amos suprenos, los smartphones que nos han traído hasta este mundo sin paciencias para silencios y estrofas. A este ahora sin la piel de gallina de escuchar al Perro Verde y su gola redonda recitándole a Enrique Lister, el general republicano de cinco ejércitos, aquel verso de Antonio Machado: "Si mi pluma valiera tu pistola de capitán contento moriría".

* Periodista

CLICK Youtube: Robledo Puch y El Loco del Martillo, aquel  día inolvidable en Sierra Chica

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