

- ¿Qué haces en esta ciudad de miércoles? Así me saludó mi amigo después de tanto tiempo.
Hacía un frío de aquellos en esa tarde de Corrientes y nos topamos en la vereda de Güerrín, era principios de los ‘80. Picapiedras sin movis ni redes, ninguno sabía que el otro caminaba por Buenos Aires.
Ariel Barchilon, sanjuanino, nacido y criado a tres cuadras de mi casa, se fue de este mundo hace pocos días entre muchas lágrimas del teatro y las letras argentinas. Desde aquel encuentro juvenil y brumoso a esta triste crónica, supo construir su escalera y portal desde la escena underground hasta los mayores públicos y encomiadas críticas.
Nadie es profeta en su tierra. Ariel era hijo de José, un periodista mendocino que se enamoró de la San Juan en ruinas post 1944. En este, su universo natal, terminó siendo más reconocido en los círculos literarios y teatrales, que por la cultura institucional de la provincia.
Ariel ha sido homenajeado en estos días con justas tristezas. Argentores reseñó algunas de las obras que escribió con sangre sudor y lágrimas y regaló a la escena teatral argentina. Entre ellas “Fuerte leve, leve fuerte“, “Los impunes“, “El Estremecimiento“, “Aro de Humo“, “Entre dos sombras breves“, “Manchas de humedad sobre un cuerpo nocturno“, “Antesala“, “El miembro ausente“, “El que borra los nombres“, “La Durmiente”, “El Nono dice: ¡No!“, “Más frágil que el cristal“, “Ya no está de moda tener ilusiones“, “El Manchado“, “Tablas de sangre“, “Oratorio por un país en sombras“, “El árbol, el loco, la muerte, la luna” (coautoría con Patricia Suárez), “Emigrantes” (coautoría con Laura Coton), “Salvavidas de Plomo“, “Reflejo en tu Reflejo“, “¡Qué obstinada que sos!”, “Ojo sin párpado en el cielo“, “Empollando Milagros“, “Canto de amor contra la muerte“, “Filigranas sobre la piel“, “Némesis“, “Tiburón“, “Aparecido“, “Papel de sueños“, “Paisaje después de la batalla” y “Cartas de la ausente”.
Cartas de la Ausente. Un drama comedia sobre lo engañoso del amor
Sus obras fueron estrenadas en España, Italia, Chile, Uruguay, Cuba y en muchas ciudades de nuestro país. Su labor autor y maestro de actores y directores le valió numerosos premios y reconocimientos.
“Mi fuente más poderosa de inspiración son los sueños. Llevo un diario de sueños desde los 20 años y ese es mi tesoro. También tiene gran incidencia el cine y la pintura; soy muy visual” decía Barchilon recientemente.
Hacía tiempo que no nos hablábamos, por esas cosas de la vida. Mientras ese fuego estuvo, disfruté como un niño de su sabiduría hecha palabra, un bien escaso en los coloquios de hoy. Como apuntaba Umberto Eco en el ensayo “La muerte del intelectual” : No es fácil hoy para el sabiondo, en medio de tanta información que satura, producir nuevo conocimiento y preservar la memoria cultural.
La última aproximación que tuve con mi viejo amigo fue cuando gocé con su festejada obra “Memorias de la ausente”, parábola exquisita sobre el mundo engañoso del amor, tema recurrente en sus letras. “Para un cuerpo privado de amor, situado a la intemperie de la sociedad, sólo queda el amor al amor, la ilusión del enamoramiento”, rezaba la invitación.
Se fue un grande y tierno. Después de los tantos adioses artísticos, académicos y metropolitanos que ha recibido Ariel Barchilon, fui al arcón de cosas juveniles a buscar aquella copla que él gustaba escuchar: “Salgo a morir al baldío/Golpeando todas las puertas/Cómo me voy a morir/Sin que mi madre me vea”.



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